-séptima temporada-

viernes, 31 de mayo de 2013

Paradoja eco.lógica

Las plantas de mi patio:

 
 (estamos hablando de la muerte)


Mientras tanto, tras la cortina del baño: 














Germination Fest en el reino fungi

domingo, 26 de mayo de 2013

El sabor de la fama

Ayer en la facultad tenía hambre y fui al buffet a comprarme un sánguche. La chica que se encarga de la cocina me miraba fijamente. Le consulté si había mortadela y me preguntó si yo era Anita Leporina, me dijo que sí había mortadela y que le gustaba mi blog. Mientras estaba tomando apuntes en la clase saqué el sanguche del paquetito que me habían dado y lo mordí: tenía ocho fetas de mortadela y como seis de queso. Para mí, esto es como ganar el premio Nobel

sábado, 18 de mayo de 2013

en el nuevo subte chino

Ayer conocí a un chico. Fue en el subte. Un día bastante ardiente: en el recreo de francés fui al buffet del Instituto y pedí café. En una mesa había tres personas conversando, dos varones y la chica más linda del mundo, que era como Uma Turman en Pulp fiction y un poco también como Natalie Portman de El perfecto asesino. Ella enseguida miró que yo la miré. Me llamaba la atención que fuera tan linda aun cuando estaba vestida como para otra ocasión: zapatos de taco alto, medias negras y vestido a lunares tipo años 50 pero ajustado. El pibe del buffet me dio mi café, le pusé edulcorante abrí mi Cachafaz Suchard y salí para el pasillo porque me da vergüenza comer enfrente de la gente (tengo pésimos modales). El café estaba medio feo y apuré el alfajor metiéndome un pedazo gigante en la boca. Obvio que ella apareció en ese momento y se me acercó con misterio. Puso su cara a dos centímetros de la mía, más hermosisima imposible, tragué el masacote, y me dijo: "para vos" y dejó un papelito en mi mano enchastrada: su mail y su facebook. Volví a la clase de francés como otra persona: seductora, moderna, concupiscente. Mientras el profesor explicaba anoté mi mail y mi facebook en el reverso del papelito (memoricé su nombre: es ella). Cuando salí de la clase la busqué en el buffet, se había ido así que no le pude dar mis datos. Caminé por 25 de mayo hasta la plaza. En el subte pasé gratis: me metí entre una agrupación que se movilizaba no sé para dónde porque al final se quedaron en el andén discutiendo. Subí al vagón y busqué un lugar libre. Ahí lo vi a él (música de killing me softly with this song, lalalala): estaba en un asiento más lejos. Se había sentado sin sacarse la mochila, así que estaba medio apoyado en el asiento medio en el aire, el cuerpo torcido. Yo también hago eso. No me acuerdo de sacarme la cartera y después es una paja desembarazarse de las tiras por arriba del hombro y la cabeza. Tenemos muchas cosas en común. En la cara tenía una mancha oscura gigante, un lunar enorme desde la frente hasta el cuello y el labio superior muy crecido que le caía como una trompita sobre la pera. En la parte derecha de la cara que yo no podía ver bien había unas protuberancias. Tipo los bulones de activar manualmente las puertas que tienen estos nuevos subtes chinos. Era un hombre elefante. El vagón se había llenado pero todavía quedaban dos lugares libres al lado de él. Mientras sonaba la chicharra justito antes de que las puertas se cerraran entraron una mamá y una nena. La mamá vio el asiento, al señor, y se sentó en el segundo. La nena se tuvo que sentar al lado de mi chico, despacio como si evitara despertar a alguien. El miraba para abajo, el subte iba rápido porque no paraba en congreso. Cada tanto la nena lo miraba, al principio con curiosidad, pero siempre de refilón. Era tan hermoso. Después se relajó porque estiró los pies y fue dejando las piernas entreabiertas. Estaba excitada. Pero no sé si él se daba cuenta. Amaba sus ojitos chiquitos con pestañas largas y más oscuras que el cutis violeta moretón. No es sencillo ser una niña y subir al transporte público donde no conocés a nadie y tener la cara a la altura de los genitales de los pasajeros y en ese aroma que te pisen e ir pasando el peso de una pierna a otra y los empujones de los que entran o salen y enamorarte. En alberti subió un vendedor de linternas. Yo no necesito porque en mi casa tengo una que se carga enchufándola a la pared, el futuro. A diez pesos este chabón vendía unas linternitas de bolsillo que promocionaba jugando con las luces en la oscuridad, aprovechaba la penumbra que se arma en las curvas del camino hasta llegar a Miserere. Iba alumbrando la cara de los pasajeros: un señor canoso muy elegante, una chica con headphones turquesa, una viejita con la camiseta de Independiente, la mamá y la nena enamorada. Ellas bajaron ahí en Once. El señor elefante siguió en su lugar. Me paré porque la siguiente es mi estación. Mi estrategia fue apoyarme en el caño que estaba entre la puerta y el asiento de él, bien cerca. Las puertas se abrieron y sobre sus piernas le dejé el papelito con los mails. Bajé rápido, me dan vergüenza estas cosas. Fue ayer a la noche, todas estas horas estuve frente a la pc, pendiente de las solicitudes de amistad: un negocio de lentes vintage en Palermo y un exnovio de mi hermana. Me pregunto si al ver los dos perfiles la terminó eligiendo a ella, la chica del buffet. Quelle tristesse