-séptima temporada-

martes, 29 de diciembre de 2009

Cambio de aire

En esta vida hay cosas muy misteriosas. Cosas que no se dejan explicar por más que especialistas y discipinas extremen esfuerzos. Ante esta oscuridad, a la especie humana sólo le queda fabricar relatos que pasan de generación en generación hasta llamarse verdades. También hay las tretas analíticas y las fintas racionalizadoras que se proponen desentrañar estos misterios, pero la incógnita sigue allí, indescifrable. De todos estos enigmas el más insondable para mí es: cómo funcionan los autos.
Uno mete la llave, da vuelta y el auto se enciende. Magia.

Padre impuso el mandato:
"Si van a irse de vacaciones con el auto, tienen que ver que esté todo en orden. Por lo pronto, tienen que cambiar el filtro de aire."
Así que fuimos Minaya y yo a satisfacer el orden/la orden de mi padre.
Bien temprano nos subimos al auto y llegamos hasta la esquina de 8 y 66, donde se levantaba "El palacio de los filtros".

Nos escurrimos por entre la muralla que rodeaba el negocio. Nadie se ofreció a bajarnos el puente levadizo.
Adentro había olores. Hacía calor. Entre la oscuridad se destacaba la magnificencia de las estanterías llenas de aparatos con cables y de baterías.
Hojeando una revista de turf, con el codo sobre el mostrador, se encontraba en toda su gallardía el Príncipe del Filtro.
No me venció el pudor. Minaya quedó a un costado. Yo avancé genuflexa, pero siempre firme de ímpetu:

-Busco un filtro de aire.
Mis palabras hallaron eco en los depuradores metálicos de aceite.
Su Alteza callaba.
Repetí mi mensaje heráldico. Sus dedos de sangre azul y manchas de grasa pasaron a la hoja del programa de Palermo. Ni me miraba siquiera.
Mi espíritu se agitaba ¿Mediante el olvido de qué ceremonial es que yo estaba ofendiendo a su Majestad? ¿Por qué no me respondía? Quizás no fuesen meras cuestiones de etiqueta. No,
claro: Dios me ha dado una concha y -como conclusión fruto de una lógica impecable- este señor está en todo tu derecho de no hablarme y desmerecerme como ser humano.

Unos metros más allá, Minaya -seguramente ignorante de las normas del protocolo palaciego- tenía sus propios problemas. Quizá evitando caer en la fosa de rulemanes que se apilaban contra la vidriera, trastabilló hacia atrás. En el vaivén dibujado por el recorrido de su figura golpeó con su espalda a un caballero corpulento, de un metro ochenta, que se rascaba la oreja con el dedo meñique.

-Ay, perdón -atinó a decir la muchacha.
El cortesano del filtro recompuso el decoro inmediatamente: "No,`ta bien. Si con ese culo me voy a dormir y me levanto de nuevo."

Se hacía evidente que Minaya y yo no superábamos los mecanismos de depuración del grupo.
Apoyé las manos sobre el mostrador y procuré que mi anular tapara los resultados de la novena carrera.

-Busco un filtro de aire.
-¿Auto?
-Peugeot 206.
-¿Naftero?
-Sí.

El soberano abandonó el trono y se acercó a un estante.

-¿Modelo? -preguntó sin girar el cuello.
-Peugeot 206.
-No. Modelo -sus dedos grises acariciaron una pila de cajas.
-Y... redondito.
-El año de fabricación -esta vez se volteó y me miró con los ojos bien abiertos.
-Ahhh, 2007.

Puso la caja sobre el mostrador. Minaya pagó.
Con el filtro de aire bajo el brazo nos fuimos mirando al frente, sin trompetas que anunciaran nuestra salida.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Breve discurso de una hija de puta.

Dulcemente
soy feliz:
imagino
que le hago zancadillas
a mi enemigo
bajando las escaleras.

Y tropieza.

Rodando se da
ese escalón
en la nuca

y se mata. Fin.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Suturas

García discute con su novio.

García: Quiero que tires este calzoncillo.

Leandro: No, ese no.

García: Tiene más agujeros que tela.

Leandro: No lo voy a tirar, es mi preferido.

García: Mirá si, mientras lo estás usando, ocurre un accidente y te llevan al hospital. Te van a desvestir. Van a ver que tenés la ropa interior hecha un trapo.

Leandro: ¿Y?

García: ...


Aquella tarde, a García le agujerearon las vigas más sólidas de su andamiaje cívico.

martes, 15 de diciembre de 2009

sábado, 12 de diciembre de 2009

Conciencia crítica.

Desde el fondo de mi noble corazón envidio profundamente a toda aquella gente que tiene sueños complejos y enigmáticos.

Yo ayer soñe que iba a comprarme maquillaje. Entraba al negocio, me probaba el rimmel y me lo llevaba a casa previo "sí, dame este" y consiguiente abono por el producto.
Fin.

Me parece que mi psiquis se podría poner un poquito más las pilas.

domingo, 6 de diciembre de 2009

En la venta de garage.

Vendedora: ¿Por qué no te fijás ese juego de dedales de porcelana siamesa? Por ahí hay algo que te puede llegar a interesar...

Anita: No, está bien. Me llevo las zapatos rosados taco-aguja y el Scrabble.






Zapatos: $10
Scrabble: $8
Ser una niña leporina no tiene precio.