Hoy fui a comprar limones al super chino y en el camino
–estaban carísimos- perdí las llaves de casa. En el regreso implementé
maniobras distractivas para evitar que algún maleante me identificara a mí, la
perdedora de las llaves, con mi ostentoso domicilio.
Ahora estoy atenta a los ruidos de la reja y cada
adolescente que pasa caminando me distrae de mis tareas: volver a colocar la
gomita de los brackets justo alrededor del aparato que tengo pegado en el
colmillo para traccionar las paletas y dejarlas en su lugar (las llamo tareas
trascendentales).
Que esté cayendo el sol me hace pensar en cuando me vaya a
la camita dormir y quede a disponibilidad, golpe de picaporte mediante, del
homicidio calificado por robo. Ya estoy elucubrando cómo hacer para solucionar
este problema, si atar unas cacerolas entre el marco y la hoja de la puerta o
improvisar otro tipo de alarma casera, veremos.
Mientras tanto mi tratamiento de ortodoncia marcha sobre
ruedas y prácticamente no sangro cuando me río (un poquito sí).
También podría poner vasos rotos en la entrada a la casa, o algo que haga ruido y se rompa.
Una persona adulta que vive en su propio hogar y aun así mi
concepto de seguridad doméstica sigue estando fuertemente basado en Mi pobre angelito.