-séptima temporada-

jueves, 16 de julio de 2009

Bases y condiciones de mi vida.














No sin sonrajarme lo admito: soy fanática de los concursos.

Rifas, sorteos... llenando formularios de inscripción se me va la vida.

Nunca gano nada importante y no porque desconfíe de la integridad de los escribanos públicos.
¿Cuándo nacerá el susano que no deje escapar mi carta entre sus dedos?
¿Qué tono de tintura tendrá la secretaria de Sofovich que dé vuelta el panel con mi premio?

Alea jacta est.

Una vez me gané un pollo congelado. Se sorteaba un reproductor de DVD. Lo ganó una mujer sin dientes. Pero todas las sonrisas fueron felices. Yo llegué a mi casa, llevaba en andas al pollo. "We are the champions": me limpiaba con el hombro las gotitas de las sienes. Se estaba descongelando . Fue un lindo día.


Alea jacta est.

Pero también tuve mi cruzada. El barón Unilever presentaba, a través de su heraldo don Cif cremoso, una promoción conmovedora: un aire acondicionado, un horno microondas y una aspiradora. Parí un batallón concursante: excompañeros de primaria, profesores de Tae Kwon-Do, usuarios de Yahoo inventados, todos participaban aumentando al infinito mis probabilidades de ganar. No podía perder.
El día del sorteo entré a la página web con el corazón en la boca. Foto de los tres justos y honestos ganadores: el Sr. Uniléverez abrazando su aspiradora, Monsieur Unileverais sonriendo con su nuevo aire acondicionado, Herr Unileverbush llevando a casa su hornito LG.

Alea jacta est.

Completo todos los cupones con letra clara y prolija
maniobro con pulso de cirujano el develamiento de la raspadita
llamo a todos los 0800 que hay que marcar
¿por qué no puedo ganar?

Alea jacta est.

Ahora armo discursos anti-global worming para Wal-Mart. Me arrodillo a los pies del Imperio a ver si me tira una Nintendo Wii, una esperanza, una sonrisa con caries de Vietnam.


Abajo de la tapita está el agujero sin principio.
La clave del sticker será la lengua de Dios;
mi epitafio,
los últimos seis dígitos del código de barras de mi vida.
La hora del envase es la del juicio final.

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