-séptima temporada-

martes, 29 de septiembre de 2009

Última voluntad

Visto y considerando que nadie me quiere, procedo a morirme.

Pero eso sí: quiero mirar. Quiero ver mi funeral. Quiero chequear la satisfacción del lector de obituarios que busca muertos jóvenes en la página de necrológicas, la mediré por la distancia entre su cara y el diario, cada vez más cerca de los ojos. Quiero ser espectadora del arrepentimiento de quienes, pudiendo saludarme el día anterior con un afectuoso abrazo, sólo me dijeron "chau" o "hasta mañana".
Y les advierto que en el velorio voy a estar espiando. Cajón abierto, que quede claro de antemano, no por nada voy al dermatólogo y me hago baños de crema en el pelo cada fin de semana. Dejen el cajón cerrado para los feos o para los desfigurados por un tren. Después de haber cultivado esta prolija apariencia me parece que yo merezco un cajón abierto. Ah, y si consiguen mortaja con escote voy a estar agradecida, ¿puede ser en bordeaux? o de última en azul francia. Y si sólo hay blancas les voy a pedir que lleven mi cadáver hasta un "Sol pleno" para que me rocíen con el spray ese que te tiñe la piel de color bronceado. Fíjense que quede parejo, please. Y que me acomoden la cabeza en el ataúd medio mirando hacia arriba, no quiero dar con papada.
Las raíces -si hace mucho no iba a la peluquería a teñirme el pelo- déjenlas, no hay drama; tampoco quiero llenarlos de obligaciones, la idea es que tengan un buen recuerdo de mí y lloren por mi temprana muerte.
Ya les dije que en el velorio voy a estar chusmeando todo, así que nada de tristeza sobreactuada. Al que cuente un chiste o se ponga a hablar de otra cosa, no sé, la facultad o el partido del domingo, me lo llevo conmigo a la ultratumba. Sépanlo, se tienen que dedicar exclusivamente a mí, es mi funeral, la puta madre, no sean insensibles, son un par de horas en las que tienen que hablar de lo prometedor de mi futuro y la macana de que me haya muerto tan joven.
Necesito el llanto o cualquier manifestación del dolor de mi ausencia. Sí, es nostalgia de la experiencia de la muerte, de la experiencia de mi muerte en los otros y, por qué no, también en mí.
Quiero verme muerta. Quiero ver a los gusanitos comerse mis muslos. Ay, los aductores que tanto me costó modelar en spinning: disfrútenlos, muchachos.
El tema es que no sé cómo los voy a ver, el interior de un ataúd no debe ser muy luminoso. Mejor inhúmenme como a Blancanives, en una caja de cristal, y después me meten en una de esas casitas para los muertos que tienen puerta y ventanas. No me jode que la bóveda no sea de mi familia; pónganse las pilas y zarpen un lugar, revoleen el cajón de un estanciero que murió hace mil años y no le importa a nadie y pongan mi ataúd de cristal ahí; no les cuesta nada, piensen que esa será mi última morada. Voy a necesitar luz para admirar la descomposición de mi cuerpo. Háganme el favor.
¿Es mucho pedir que aquel que siempre fue mi enemig@, el día de mi muerte, encargue una corona de flores con la leyenda "siempre te amé" y a continuación sus iniciales? Puede ser una interesante vuelta de tuerca, ¿no?
A los más cercanos les pido, por favor, que no tomen ningún calmante. Es imprescindible que manifiesten todo su sufrimiento plenamente. Desmayarse o entrar en convulsiones también sería un lindo detalle.
Tampoco me ofendo si quieren bautizar con mi nombre a uno de sus hijos.
En caso de que no consigan ataúd de cristal ni bóveda, les pido, si son tan amables, que se fijen bien cómo me van a sepultar. Sería un garrón si me entierran en una tumba imposible de abrir ya que en La Noche de los Muertos Vivos no voy a poder salir a comer cerebros como el resto de los zombis. Imagine: tenés toda la eternidad para estar muerto; una sola noche, que es TU noche, no la podés aprovechar y la pasás encerrado. Un bajón.*
En fin, les pido que sean dignos deudos y traten de seguir estas postreras instrucciones. Sólo quiero irme al más allá con algo de estilo. Que se imponga el gran acontecimiento de mi muerte. Es el sueño de mi vida.





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*Este sería un argumento muy ameno para una película de terror triste. "Drama de horror" podría ser el género.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Alimento (Poética y Estética leporinas)

Mientras se sigan fabricando caramelitos para niños con envoltorios que expongan parásitos con forma de serpiente que chupan la sangre de otros seres vivos, Anita Leporina tendrá razones para ser feliz.



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domingo, 20 de septiembre de 2009

Voodoo child



Amo a los zombis. Me encantan las películas de muertos vivos. Las miro con satisfacción desde chica.
Mi sueño es que alguna noche vengan los zombis y entonces atrincherarme en mi casa y agarrar una AK-47 y poner un spot que ilumine la vereda y verlos aparecer entre la oscuridad doblando la esquina del kiosco y pum! pum! pum! ir volándoles la cabeza uno a uno.
Mi sueño. Eso y la abolición de la propiedad privada de los medios de producción.

No puedo dejar de asociar a los zombis, los relatos sobre zombis, con algunos elementos de la realidad histórica en que sobreviví mi infancia. Las máquinas de humo, por ejemplo, las luces verdes o fucsia, que casi siempre son parte del decorado de las películas de zombis urbanas. La banda sonora llena de baterías electrónicas: a ese ritmo se mueven los muertos vivos. Escenario, coreografía, todo bien ochentoso.
Ya sé, el recuerdo no es gratuito ni arbitrario: la explosión del consumo y la producción de películas de zombis puede ubicarse a mediados de la década del `80 y a principios de los 90.

De todo el precipitado histórico de esta época, lo que con más claridad veo en las películas de zombis es el SIDA. El temor al contagio, al contacto con los cuerpos de los otros. El monstruo es la enfermedad, lo terrorífico es una infección que se libra en combate individual cuerpo a cuerpo. Una mordedura o cualquier penetración de un cuerpo infectado contagia, metamorfosea.

En general, en estas películas de nada sirve prender la radio o el televisor: los medios de comunicación no pueden ayudar, dan información falsa o confusa, o directamente han colapsado y hasta el último técnico del canal o cronista gráfico ha salido a la calle a morfar cerebros. También puede suceder que otros servicios colpasen, como el de alumbrado público (por eso sugiero que tengan a mano un buen spot o reflector si esa noche no quieren perderse el espectáculo de las vísceras descompuestas volando mientras cargan otro cartucho).

Lo curioso es que frente al silencio de los medios de comunicación en el caso de los zombis se impone el ruidoso machacamiento de los medios de comunicación en relación con el Sida. Recuerdo que cuando era chica, en los diarios, la radio y la televisión, todo era Sida. La presencia del tema era constante, cansadora. Por eso, cuando yo tenía cuatro años creía que la única forma de morir era de Sida, no había otra posibilidad.




La anécdota la conserva mi madre, gravada a fuego en su cerebro: el momento de estupefacción cuando, a la salida del jardín de infantes, las maestras de sus hijas se acercaron a preguntarle por las causas del reciente deceso del abuelo.
Tras la respuesta, las maestras no tardaron en justificar la curiosidad. Según asegura mi madre, los relatos de las horrorizadas mujeres fueron claros:

La maestra de sala amarilla, enterada de la muerte de mi abuelo, se me acerca para conversar:

Señorita Silvia: Tu abuelito murió de viejito, ¿no?
Anita: No, murió de Sida.

Paralelamente, en el aula de mi hermana, los niños juegan y charlan algremente en ronda bajo la supervisión cercana de la maestra, quien alcanza a registrar el siguiente intercambio:

Compañerito: ¿De qué murió tu abuelo, Agus?
Minaya: Lo cagaron a tiros.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Inventadora

"Che, me como el último sacrilegio" advirtió Minaya y mordió la factura de pan esponjoso por dentro y hojaldrado por fuera, con forma de bollito alargado, rellena de dulce de membrillo.





Así es mi hermana: brillante, fresca, reacia a la absolución sin porqués del uso sacramental del lenguaje.


¿Cómo no adorarla?

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Tesoros enterrados.




Arrodilladas frente al placard que archiva los objetos heredados de los muertos de mi familia, mi madre me mira con cara de madre.
Con gesto de madre veo que extrae del placard una pieza de vajilla de porcelana, que ella llama "sopera". Tomándola con ambas manos desde los extremos, en simétrico ademán, la apoya sobre su regazo. La postura de los cuerpos, el silencio, las miradas, todo adelanta y define el rito.

-Hija, quiero que conserves esto. Es una sopera muy antigua.
-Dejá, me arreglo con los tuppers.
-No. Esta es una sopera fínisima. Mi abuela se la dio a mi madre, mi madre me la dio a mí y yo quiero que la tengas vos.
-Pero yo nunca tomo sopa, ma.
-No es solamente para sopa. Podés dejarla como adorno en una repisa o como centro de mesa, podés usarla para ponerle flores.
-También se puede usar para poner el feto ahí cuando abortaste. Y lo enterrás directamente en el jardín.
-Sí, también sirve para eso.







Palabras clave: sopera - placard - repisa - centro de mesa - regazo - arconte del rol de género.

martes, 8 de septiembre de 2009

Comunicado

Desde este blog repudiamos el despido de los 164 obreros perseguidos por Terrabusi, al tiempo que llamamos al proletariado a tomar las siguientes medidas:


Ocupación de la fábrica y puesta en funcionamiento bajo control obrero.
Planificación de la producción según las necesidades del pueblo.
Regreso de las Kremocoas a la cadena de producción.
Reparto gratuito de Kremocoas.





Pasando en limpio el menú de las tareas de clase, saluda con el puño en alto a todos los enemigos de la burguesía,

Comandante Anita Leporina.

domingo, 6 de septiembre de 2009

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Brecha revocada.

De visita en la casa de mi abuela.

Me voy a la cocina a poner la pava para el mate. Dejo a la nona sola, en su dormitorio, con siete hernias de disco, varios microinfartos cerebrales en la historia clínica y un parquet resbaloso.

Tras prender la hornalla, me pongo a buscar la yerba y la bombilla; entonces escucho: "Anitaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!"

¿Se cayó y se quebró la cadera?¿Se le prendió fuego el pijama de plush? Horror. Mañana Clarín me dedica media página de policiales: Joven con la cabeza quemada debido a las noches de alcohol mata a su abuela para conseguir paco. Dice que fue un accidente. Y la palabra "descontrol" repetida tres o cuatro veces en el copete y el cuerpo de la crónica.

Corro hasta la habitación, abro la puerta. La veo sentada en su cama, con el pijama rojo.

NONA: Estaba pensando... creo que Rosas no fue tan malo después de todo. Lo que pasa es que la historia la escribieron los unitarios.
ANITA: Ese revisionismo te hace juego con el tono del pijama.

La abuela me mira esperando más o como si yo nunca hubiese hablado. Pienso, pienso; hallo la respuesta.

ANITA: Que viva la Santa Federación!
NONA: Mueran los salvajes, impíos unitarios!

La pava está haciendo ruido y vuelvo a la cocina. La abuela sonríe.